10/25/2010

La Opinión Pública Y Ciudadanía

El término moderno de opinión pública implica el reconocimiento previo de un derecho fundamental que sustenta su existencia; La libertad de expresión. Derecho que solamente se reconoce en el momento en que la esfera pública y la privada ya no se encuentran sobre un mismo plano donde era imposible identificarlas por separado. Hablamos entonces de un antes y un después en la formación del concepto de opinión pública, donde el punto o escenario de inflexión es “el nuevo orden político basado en el poder limitado y dividido, la garantía de derechos y libertades del individuo y la publicidad de la acción política”. (Muñoz: 1992:23).

La opinión pública en este nuevo escenario deja de ser aquella tertulia privada matutina de las viejas élites burguesas que se reunían en cafés de Francia e Inglaterra para debatir acerca de temas políticos. La opinión o la percepción que tiene el pueblo acerca de una situación o de un gobernante debe ser ahora tenida en cuenta porque la apertura de espacios o caminos de participación política le da la posibilidad al ciudadano de ejercer un control casi directo sobre la vida política de las naciones. De allí la siguiente afirmación “ni el más autoritario de los gobernantes se ha permitido gobernar de espaldas a la población”. (Muñoz:1992:23).

Pero, ¿quien realmente ejerce o manifiesta su opinión públicamente?, ¿quien realmente tiene el derecho de hacerlo?, la respuesta la encontramos en el proceso de formación del concepto de ciudadanía, que no se aleja del proceso de transformación de opinión pública descrito anteriormente. Ese punto de inflexión, ese nuevo escenario de reconocimiento de libertades y derechos al pueblo, del poder limitado, sienta las bases para no hablar ya de ciudadanos de primero de segundo o de tercer grado, donde los derechos y libertades se adquirían de forma diferenciada o jerarquizada, sino de un solo ciudadano que goza de plenitud de derechos civiles y políticos.

Es en este punto donde se encuentran los dos conceptos el de ciudadanía y opinión pública. La ciudadanía debe entenderse como el nivel superior al simple vinculo jurídico político que supone la nacionalidad. La ciudadanía implica el reconocimiento y el pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos, por lo tanto la opinión pública no es más que el resultado de un proceso de concienciación del ciudadano que logra entender que un papel activo en los asuntos políticos a través de herramientas como la opinión pública y las organizaciones sociales, consolida la Democracia y legitima el poder político.

Ahora Bien, ese proceso de concienciación, de entender el papel definitivo que tiene el ciudadano en una democracia no es una tarea fácil de lograr, ya que influyen elementos como la identidad nacional, el grado de pertenencia, o el simple interés del pueblo hacia los asuntos políticos. En Colombia por ejemplo vivimos un proceso de independencia tardío, donde no fue sino hasta la revolución de los comuneros, que incidiría en el grito de independencia en 1810, que empieza a gestarse un verdadero sentimiento de libertad hacia la corona española. El sentido de identidad nacional en Colombia no empieza a formarse sino hasta 1819, y es un proceso que incluso hoy no termina de construirse.

Lo anterior para argumentar que si bien la gesta independentista en Colombia se dio gracias a un gran movimiento revolucionario que puede ser considerado como la manifestación pública del descontento del pueblo con la corona española, “En vez de lazos comunes, cumplida la independencia, nuestro territorio estaba ocupado por un millón y medio de gentes mas no de la misma estirpe y cultura, sino contradictoria y diversa, no hermana y uniformada, antes desigual y confusa” (Carbo:2007:217).

Ese proceso de concienciación entonces de adoptar un compromiso mayor por parte de los ciudadanos en la actividad política, por lo menos en Colombia responde a un sentimiento previo de identidad nacional. No hay que ver entonces el concepto de opinión pública desde una perspectiva unidimensional, porque si la opinión pública se forma a partir de la opinión libre de los ciudadanos, hay que conocer que la concepción de ciudadanía va de la mano con la formación de un concepto de identidad nacional, de allí la importancia de estudiar el origen y las raíces de la conformación del concepto en Colombia.


Camilo Andrés Montoya Pardo/Académico

BIBLIOGRAFÍA
- MUÑOZ A, Alejandro; “Opinión Pública y Comunicación Política”, Madrid:Eudema, 1992.
- POSADA CARBO, Eduardo; “La Nación Soñada”, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2007.


NOTA: La Corporación Bicentenario publica los artículos con el ánimo de fomentar el debate político y social. En este sentido, los artículos no han sido revisados previa publicación para que sean los mismos lectores los encargados de comentarlos y debatirlos.

10/11/2010

La importancia de la familia en el desarrollo cultural

“Una analogía entre la tradición genética y la tradición cultural”

Desde las teorías de Darwin hasta los más profundos estudios sociológicos y antropológicos han buscado determinar de qué factores depende el comportamiento de los individuos. Basándome en esta búsqueda estableceré una modesta proposición, que asegura que si bien los factores contextuales afectan el comportamiento de una sociedad o un individuo, es más importante la tradición cultural. Tradición cultural que se enmarca en una analogía que la asemeja a la genética y a las teorías darwinistas de la selección natural y la selección sexual, para comprender de qué manera se genera una evolución cultural a través de variaciones en el comportamiento que pueden resultar positivas o negativas para el desarrollo personal y social de un individuo y que por ende facilitan el correcto funcionamiento de un determinado grupo social.

La cultura se debe entender como una variación del comportamiento adquirida y mantenida a partir del aprendizaje social, tornándola como algo convencional en la naturaleza, que no depende de determinaciones voluntarias de los individuos, y que muy difícilmente puede llegar a modificarse debido a un consenso social. Este comportamiento se transfiere de una generación a la siguiente a través del marco institucional de la familia, pues los comportamientos del padre son aprendidos por el hijo debido a un natural comportamiento de mimesis característico en la infancia. Es decir el infante reproduce los comportamientos que observa de sus padres, es así como características del comportamiento trascienden de un modo vertical de una generación a otra creando lo que se podría determinar como una tradición cultural familiar.

Ejemplo del éxito de esta tradición cultural familiar son la genética y el éxito de las teorías darwinistas de la selección natural y la selección sexual, pues la genética por sí misma es un conjunto de patrones que se heredan, y se transmiten de padres a hijos con unas pequeñas variaciones que pueden resultar beneficiosas o dañinas para el individuo y por ende para la especie o la sociedad. De esta manera podríamos relacionar analógicamente la cadena del ADN y la variabilidad genética con la tradición cultural y la variabilidad de comportamientos, es decir, con esos cambios esporádicos que ocurren y que se imitan por las siguientes generaciones, pues por ejemplo, si en determinada sociedad existe un individuo que por cuestiones genéticas es especialmente hábil para una determinada actividad que le genera una ventaja en la supervivencia o en el caso de los seres humanos le otorga una facilidad para desenvolverse en un ámbito social, un individuo de la siguiente generación tratara de imitarlo, incluso aunque no tenga genéticamente la facilidad para desarrollar dicha habilidad o actividad. Este es el aprendizaje social, cuando este aprendizaje se torna común, la sociedad aprenderá dicha habilidad a lo largo de algunas generaciones (esto si el medio en el que vive no cambia de una manera significativa). De esta manera los patrones que resultan útiles se conservan y se transmiten a la siguiente generación y los que no quedan en el pasado y en la memoria o en la historia, garantizando un proceso evolutivo que en este caso trasciende a la genética y se establece como un patrón cultural que entrara entonces a formar parte de la tradición cultural que se heredara a las nuevas generaciones.

Es claro que cada familia en una sociedad determinada tiene unos patrones de conducta específicos e irrepetibles en la misma sociedad, de manera que cada individuo representa una tradición que se ha forjado durante generaciones y que si bien pueda que cambie, evolucione o se modifique de acuerdo a un contexto determinado, muy difícilmente desaparecerá, pues en muy pocas ocasiones los individuos tratan de cambiar algo de su propia cultura por una razón de conciencia y lo logran. Por esto mismo se demuestra que la institución de la familia, trae consigo toda una tradición que abarca una memoria y una conducta en común que es vital y necesaria, y que se debe preservar con el fin de, a partir de esta misma generar con el tiempo y la experiencia los cambios que sean necesarios de acuerdo a un contexto específico buscando mejorar o en términos darwinistas “adaptar” a los individuos a contextos sociales específicos para que puedan desenvolverse mejor en su grupo social o incluso a factores medioambientales con el fin de facilitar su supervivencia. De manera que es clara la necesidad de la conservación de la familia y más específicamente la tradición familiar para el proceso evolutivo de la cultura que se da sobre todo en la etapa de la niñez y la crianza, y así generar una evolución natural y un desarrollo social a partir de la memoria y la tradición familiar.


Juan Sandoval León/Artículo

NOTA: La Corporación Bicentenario publica los artículos con el ánimo de fomentar el debate político y social. En este sentido, los artículos no han sido revisados previa publicación para que sean los mismos lectores los encargados de comentarlos y debatirlos.